Las fotografías borrosas

Por allá, en los años 50, la fotógrafa Aura María Ruiz, ya era muy respetada por los retratistas de su país, a pesar de que a su conservador hermano, no le parecía nada aceptable la libertad de la que gozaba la solterona de 30 años, como él le llamaba.

Una gripa contagiosa, que hubo en esa época, dejó a sus padres en cama. Si bien Aura, tenía una exposición fotográfica pendiente, con dedicación y entrega atendió a su familia, y los sacó adelante,  pese a que le le empezaron a doler las piernas y a arder los ojos, y para felicidad de su hermano, Marco Aurelio, quien ignorando su malestar, terminó felicitandola por estar haciendo lo que las mujeres deberían hacer, estar en casa y prestar atención a los suyos.


Fue entonces, que la confirmación a la  boda de su prima, le cayó como anillo al dedo, porque  ese viaje le sacaría del encierro a que se sometió voluntariamente para velar por sus padres  y le proporcionaría un clima más favorable para sus padecimientos.  Aceptó ir, ofreciéndose a hacer el estudio fotográfico como regalo y no dudó que la acompañara su pequeña sobrina, quien sería la pajesita en la ceremonia, eso sí, sin Marco A., que tenía “mucho trabajo” como abogado.


El día del matrimonio Aura, se atavió sencillamente y arregló a su sobrina para llevarla al ensayo previo a la ceremonia. Pero cuando quiso  ingresar con la niña a la iglesia, su rodilla cedió y perdió el equilibrio. Cayó y se golpeó  su lado izquierdo, pierna, brazo y ceja, sumándole más tormento a su cuerpo.


Le atendieron, le dieron un analgésico y ella, agradecida,  tomó fuerza, armó su equipo fotográfico y capturó con su talento uno a uno, los mejores momentos de las nupcias. Regresó a casa muy estropeada,  por lo que los  primeros días permaneció en cama. Ansiosa al cuarto día se incorporó para revelar sus rollos fotográficos y notó, en su cuarto oscuro, que muchas de las tomas habían quedado borrosas, tal vez por el dolor de sus ojos y su indisposición general.



Con las mejores fotos armó un bello álbum que le envió a su prima y esposo y con las que no estuvo satisfecha, las analizó con lupa y se percató de tres coincidencias reiteradas;  aún así las puso en un álbum más sobrio y se fue a la casa de su hermano. Él la recibe, se sorprende, ella le entrega el libro y le dice: -Oye Marco Aurelio, he tenido la fortuna de que siendo mujer haya alcanzado mis sueños, sin casi ningún contratiempo.  Ahora, mira estas fotos conmigo, ¿verdad que están raras? . Pues observa bien y verás que en todas
“la autoridad” está borrosa, el sacerdote, el padre de la novia, el alcalde del pueblo. Notarás también que  “lo sumiso”, está oscuro: los novios al arrodillarse, los novios con el sacerdote, las tías y sus esposos y finalmente todo “lo femenino”, está sobreexpuesto: la novia sola, mi sobrina entrando a la iglesia, las abuelas.  


-Por eso  y a pesar de mis logros, te has encargado de mostrarme el precio, que según tú, tengo que pagar por no respetar a la autoridad, por no ser sumisa y por ser mujer en esta sociedad conservadora


-Sin embargo y ahora que lo pienso, querido hermano, me has dado el mejor regalo de mi vida y es atreverme, de hoy en adelante, a fotografiar el mundo desde esas tres perspectivas, de tal manera que yo me enfrenté a esos temas y lo aprenda a aceptar  y tu disfrutes de ver tus pilares y creencias plasmadas en el papel, tal vez valorando por una buena vez, “mi trabajo” como fotógrafa.


-¡Ah y otro agradecimiento más!. Desde que tomé esta decisión me he sentido, físicamente, mucho mejor. Hasta luego hermano, te quiero y muy pronto sabrás más de mi.


-Lapuente