Debajo de la máscara hay otra

Los acartonados profesores conducen al señor y a la señora de la Hoz hacia el salón principal donde todo está dispuesto para la foto: el mismo fondo de naturaleza de hace años, una silla de madera, una buena iluminación artificial, una cámara con su trípode y hasta el viejo fotógrafo.  

Ubican a la madre a la izquierda, al padre a la derecha y llaman insistentemente al señorito Alfonso para que tome su posición en el estudio, pero este, desde el interior del baño pide que esperen porque se está acicalando…en el aire un silencio largo e incómodo. Por fin se aparece el señorito con una máscara negra y un traje de gánster. Toma asiento y finge una pose retorcida ante la perplejidad de su padre, la celebración histérica de su madre y los insultos de los maestros.


-¡Quítate esa estúpida máscara! le grita el fotógrafo, -en todo lo que llevo trabajando en este internado nunca había visto tanta desfachatez.

Alfonso se retira la máscara dejando al descubierto su cara pintada de blanco cual mimo, que contrasta con tres líneas negras en su mejilla izquierda, que imitan cicatrices. -¡Mira idiota, toma la foto ya, no sabes con quién te metes, o lo haces ahora o mi amado padre se encargará de ti!

-¡Hágalo viejo, tome la foto y salgamos de esto de una buena vez! replica el padre con la cara constreñida y luego dirigiéndose a Alfonso le advierte: -¡Ya tendré dos meses, para arreglar esto en casa contigo! 

Los maestros callan asustados, mientras que el fotógrafo tembloroso, alista la cámara y enciende las luces.

- ¡Sonrían y quédense quietos unos segundos! les dice, y cuando procede a obturar el botón de la cámara, los bombillos hacen corto y salen chispas de las tomas que reposan detrás del fondo. En cuestión de segundos se prende la tela y el fuego amenaza el vestido de la madre.

-¡La foto familiar ha sido tomada! grita Alfonso extasiado, mientras  toma el extintor de la pared, deshabilita el dispositivo de seguridad y como si fuera  un arma empieza a disparar la sustancia con destreza.

-¡Pum! Para ti bella y protectora madre, lamento dañar tu hermoso vestido.

-¡Pum! ¡Ay pobre fondo natural, lo he estropeado!

-¡Pum! ¡Mil disculpas adorados maestros, ustedes siempre tan tolerantes!

-Y este último es para ti padre, ¡Pum! y le llena la boca con espuma.

Ante el panorama desolador, en cuestión de minutos hace su aparición el rector con una llave en la mano, toma a Alfonso de un brazo y de manera brusca se lo lleva diciendo: - Señor y Señora de la Hoz, su hijo será castigado en la celda de la torre por todo el periodo de vacaciones, siento mucho que hayan venido hasta aquí para presenciar semejante desvergüenza. Ya tendremos tiempo para volverlo al buen camino.

El padre asienta y la madre llora, pero Alfonso ríe y ríe.

-Gracias vida triste, jajajaja, amo la torre cien veces más, que todas las banalidades de los Hoz… y luego dirigiéndose a su padre le advierte:

-¡Tus dos meses los puedes guardar en la caja fuerte del banco en Suiza, junto con esta gloriosa foto!

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