Después de un magnifico asado, la suegra decide empacarle sendas porciones a Dalia para llevar a casa. Mario la espera en el auto y con un ruidoso grito le agradece a su madre y se despide solo con alabanzas.
Ya por el camino, Dalia no podía
creer la cantidad de comida que llevaban en la silla de atrás y pensó, que lo
mejor sería, tal vez compartirla con algún vecino del conjunto, sin embargo
cambió su parecer cuando allí en la avenida vio a una familia afrodescendiente,
padre, madre y dos chicos, sentada en una acera.
-¡Mario para ya!
-¿Qué, qué pasa? dijo Mario en
tono angustiado al mismo tiempo que frenaba en seco.
-¡Voy a darle algo de comida a
esa pobre familia que debe estar pasando hambre!
-¿Qué? Noooo, como se te ocurre…
Pero Dalia ya había tomado uno de
los contenedores llenos de papas, carne asada y ensalada y se había bajado
corriendo a “socorrerlos”. Se acercó sin reparo a donde estaba la señora y le
entregó el paquete, casi como si fuera un dios haciéndole el milagro a un
mendigo.
-¡Mira mujer esto es para ti y tu familia! Hoy gracias a esta deliciosa comida ya calmaran su necesidad.
Antes de que la madre pueda responder, Mario empieza a tocar la bocina insistentemente, baja
el vidrio y llama a Dalia desesperado.
-¡Ay qué pena!… es mi marido que
molesta mucho.
La señora entonces, se pone de
pie y le agradece el generoso detalle a Dalia, diciéndole amablemente:
-¿Oye nos puedes hacer un favor?
-¡Claro! contesta Dalia, sorprendida al ser tuteada.
- Mira, hace unos minutos veníamos
en el auto y unos ladrones nos han roto los vidrios y nos han robado cartera,
móviles y hasta un computador que llevaban los niños y estamos aquí sentados
muertos del susto después de tremenda experiencia, ¿podrías marcarle
a la policía para avisar del suceso? es que nadie nos ha querido ayudar, hasta
que tu apareciste.
-Lapuente
Foto tomada de internet