Todos pierden

Ese viernes se haría la revisión de las rutas en el colegio por parte de la secretaría de tránsito de la ciudad, así que como todas las mañanas, salió el conductor temprano a recoger a los doce niños para llevarlos a la institución educativa. La última en subir al bus fue una pequeña de 6 años, que acomodaron en una silla al lado de la ventana y que en el recorrido mirando pasar los carros, los postes y la gente, se fue quedando dormida.

Faltando dos cuadras para llegar a la institución, un hombre en una moto se atraviesa la avenida en pleno semáforo en rojo, lo que provoca una tremenda reacción del conductor de la ruta que para evitar atropellarlo, terminó por montarse estrepitosamente sobre la acera.

Los chicos, sin cinturones de seguridad, salieron disparados en varias direcciones golpeándose entre sí, pero la pequeña que iba dormida no tuvo tiempo de reaccionar y su cara dio directamente con la silla de enfrente, que tenía entre la costura del forro un tornillo salido.

Los gritos y llantos no se hicieron esperar, pero la cara de la pequeña con la sangre escurriendo por su mejilla, hizo saltar de la silla al conductor que inmediatamente la llevó corriendo en sus brazos hasta el colegio. Mientras tanto, la monitora de la ruta, una señora torpe y despistada ante lo acontecido, se queda paralizada con el resto de los pequeños y fueron varios ciudadanos que por allí transitaban, lo que terminaron por auxiliarlos.

Al llegar al colegio revisaron a la niña y se dieron cuenta que tenía una herida muy profunda a escasos centímetros del ojo, por lo que inmediatamente la llevan al hospital, donde los cirujanos le toman dos puntos, le suministran antibióticos y declaran frente a un oficial de la policía que el trauma fue provocado por un elemento corto punzante.

Cuando se traslada el bus al parqueadero donde se haría la investigación, inexplicablemente este nunca llega a su destino, simplemente desaparece y los meses pasan sin que se resuelva el caso; la niña mejora físicamente, pero no así su salud mental, pues por mucho tiempo sufre de pánico al subir a un vehículo y teme regresar al colegio.

Tiempo después un psicólogo se ofrece a apoyarla a ella y también al conductor de la ruta, que fue retirado de su trabajo el  mismo día del siniestro. Este sufría de una profunda depresión desde que recibió una llamada anónima donde se enteró que su acompañante en el bus, la señora monitora, clavó los tornillos en las sillas y dañó a propósito los cinturones de seguridad, para que por ese descuido y la inminente multa de la secretaría de tránsito ese viernes, las directivas tuvieran motivos para despedirlo y darle el empleo a su esposo que se encontraba de brazos cruzados.

-Lapuente