Venía de un lugar cruel y despiadado donde todo se conseguía con dureza, a la fuerza y por muchos años. A mi edad ya estaba cansado del desamor y francamente decepcionado de la vida y aunque el nuevo lugar me era desconocido, simplemente tenía una fe inexplicable en él. Así que sin dudarlo me adentré en ese bosque que se percibía lleno de posibilidades y pagué con todos mis ahorros por ello.
Este vasto campo, lleno de seres,
sonidos, olores y sensaciones muy diferentes del sitio donde yo había nacido, fue
el inicio de un camino silencioso, de
observación y reflexión, viviendo entonces con lo que había traído en el morral
y adaptándome a las nuevas reglas invisibles pero contundentes.
No tenía claro el tiempo que
había trascurrido. Me empecé a sentir cómodo y a aceptar mi suerte cuando te vi allí, sola... ¡Vaya
lugar para encontrarnos! Te pregunté por tu nombre y por lo qué hacías. Me dijiste que andabas de
paso, buscando un poco de paz mental y que lo estabas consiguiendo.
Me atreví, no sé de dónde saqué la fuerza, a pedirte que siguiéramos la travesía juntos para ver hacia dónde nos llevaba el destino. Accediste… Por un lado con una confianza férrea y por otro, con la sensación de seguridad arraigada en el corazón, de que yo no era un tipo peligroso. Y entonces sin querer y queriendo nos volvimos como dos adolescentes maravillados con estos locos sentimientos. De un momento para otro nos amamos sin reserva, hablamos del cielo y del infierno, de las buenas y malas decisiones, de lo que nos trajo hasta aquí.
Y como todo lo que empieza tarde o temprano
debe terminar, llegó el momento de las confesiones. Supe, que detrás de la
montaña que se veía a la distancia tenías una familia que esperaba por ti y por
la cual tenías que velar. Tú supiste también, que yo había firmado un
compromiso al entrar a este bosque que me obligaba a estar sólo y a vivir una vida
ascética. Y nos quedamos perplejos por largas horas o quizás días.
El amor que nos había atrapado, estaba
siendo aplacado por la razón y fuimos
arrastrados hacia la montaña como un imán imposible de repeler. Y en cualquier
momento tú resbalaste y quedaste magullada y entendí que el bosque reclamaba mi
deber de aislamiento. Después yo tuve
fiebre y delirios en las noches como señal de que tendrías que llegar tu sola
al horizonte. El universo convirtió el amor en un obstáculo.
Nos hicimos cargo mutuamente
mientras sanábamos y fue el momento más puro de compenetración de nuestras
almas… Una mañana desperté y ya no estabas. Comprendí que venía huyendo de un
mundo cruel y despiadado y que pretendiendo permanecer en este nuevo espacio, que
era "mi supuesta salvación", le vendí mi alma al diablo por un poco de
tranquilidad. El precio que debí pagar fue tu ausencia y la pérdida del amor
más bello, que por siempre, anhelé.
@Lapuente