La destrancadera



Lo importante se ve trastocado en un santiamén.

Invenciones que no han nacido o posibles ideas transformadoras, todas se pierden en desvelos.


Cada vez eres menos de ti y más de otros, como si fueras la destrancadera de sus congestionadas sendas.


Pareces ser la gasa usada, la pastilla chupada, el practicante que se arrastra del cansancio y cuyas inexplicables fuerzas dan por sentado los demás.


Tus hombros dislocados por el peso, son producto de la presión que quienes ejercen sobre ti, dicen que te hacen ver imponente. ¡Fulleros!


Así sin perder todos los puntos, de estar atento a las cien mil novedades y de tratar de proporcionar toda suerte de remedios, se te cuela el tiempo entre las manos.


Solo sobreviene en ti, que eres un velero precioso, una especie de estrujamiento, de ancla, que te mantiene ansioso y amargado por no encontrar la ocasión para zarpar.


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