Cartas de otros tiempos - Tres

Querido:

No sabes cuánto te extraño. Espero que puedas cruzar la frontera Nacho y que tu vida allí tenga sentido.

Desde el martes que tomaste el vuelo tuve varios tropiezos. Después de dejarte, los chicos y yo, nos hicimos a un peludo oloroso que salió al parque a jugar. Saltamos en su encuentro justo cuando se detuvo a tomar agua de un charcote profundo.

Mientras el perro se devolvía a su casa, nos internamos contentos en su bosque. Eli y yo rastreamos el terreno para hacer el nido y luego Tobías y Filipo armaron la carpa con destreza.

Para estar seguros, los dejé instalados y salí a recorrer el lugar con mi mochila cargada de frascos. Me encontré con muchas familias de inmigrantes, por lo que tuve que retirarme bastante, para no causarles malestar por estar recién llegada.

En el lugar que me pareció indicado, según mi experiencia, iba a dar inicio con la extracción del líquido vital, cuando escuché una voz lejana que gritó: -¡Charlie, perro malo, mira cómo estás de sucio, no te vuelvo a llevar al parque!... ¡En unos minutos te baño!

Charlie entonces, empezó a ladrar tan fuerte que su voz parecía una alarma de bomba atómica, además se revolcó con tal violencia, tal vez de angustia ¿o acaso de la rabia? que por poco salgo volando con ese terremoto. Salté entonces de prisa y en ello rompí 5 botellas que dejé regadas por el camino. Subí, bajé y me moví tan rápido como pude en medio del remezón y al llegar a la carpa, que andaba patas arriba, aunque no había heridos, Eli, Tobías y Filipo, me tenían listos los nuevos envases. ¡Tan bellos mis amores!


Sin embargo, ya no había casi tiempo. Les pedí que me ayudaran con la labor de extracción por donde pudieran, para alcanzar a tener algo de provisión antes de escapar. En cuestión de minutos alcancé a ver que el cielo se perdía en una capa de vapor y entendí que estaban por poner al perro en la tina. ¡Qué peligro! Aun así, alcanzamos a drenar 15 frascos. Los pusimos en nuestros morrales y echamos a saltar hasta la cola del gran animal. En ese trayecto nos raspamos y cortamos con los desechos de los otros.

Y para rematar, tanto fue el zarandeo que cuando ya llegábamos a nuestro destino, quedamos prendidos de la punta de los pelos color café y tuve que hacer mi gran esfuerzo por recuperar a la familia… pero Nacho, perdimos 14 tarros. Los chicos se echaron a llorar con tal intensidad que pensé que no lo lograríamos, sin embargo, con una fuerza, sacada no sé de dónde, me detuve justo antes de saltar y le grité a todas las familias, - ¡Rápido compañeros, evacúen, evacúen!

Nosotros nos salvamos porque caímos sobre un tapete abullonado. Los demás, no tengo idea. Hasta ayer Nacho, nos camuflamos allí y el único frasco de líquido que nos quedó nos sirvió de alimento. Los chicos inconsolables se pegaron a mí en oración a la divinidad. Estuvimos por horas hooponopeando y ¿adivina qué?… Apareció un michi negro. Sí, un michi negro. El milagro se acostó sobre el tapete y nosotros tuvimos todo el tiempo de ingresar a su espacio con tranquilidad.

Nacho, ni los chicos ni yo pensamos movernos de aquí. Estoy cansada de saltar de un lado para otro sin poder echar raíces. Ya no quiero ir contigo al extranjero, ya no puedo más tratando de intentarlo.  

Que el dios Pulgón esté contigo…

Tu esposa,

Dolores de Pulgarín

 

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