Estos días me ponen nostálgica.
Mi madre desde el 2015 está en otro estadio y supongo que ese espacio no es un lugar estático. Su mente es una con la del creador y nos piensa (a todos los que fuimos sus familiares y amigos en esta encarnación) mientras diseña nuevos destinos.
Mi madre sufrió en vida. Momentos profundamente amargos y casi insondables hicieron de ella una luchadora resiliente.
Por supuesto también los momentos memorables y maravillosos le llenaron de alegría y le dieron los suministros necesarios para no desfallecer.
Como hija, más de una vez contribuí con su dolor y al final ella siempre tuvo razón. Tal vez por eso yo trataba de darle forma a mi camino y estaba ajena, para ver si su sabia mirada no alcanzaba a abarcar mis acciones.
Cuantas decepciones de mi parte, cuantas rebeldías y ella nunca me dejó de amar. También yo la amaba y la amo, pero como siempre la sensación de que el tiempo no alcanzó para compartir momentos triviales y profundos, deja un sin sabor que durará hasta el momento de reencontrarnos.
Desde que soy madre, he comprendido a la mía. Por eso GRACIAS mami por toda la solidez, equilibrio, energía y empuje, con los que pintaste mis días. Me diste absolutamente todo lo que necesita un hijo para ser feliz. Sin embargo, quiero pedirte PERDÓN y decirte que LO SIENTO, por los desvíos inesperados y las inmadureces con las que forjé mi destino muy diferente al que te habías imaginado.
TE AMO. Estás en mi corazón con pálpitos entre mezclados, por un lado, el de la inspiración que tu ejemplo me ha traído y que procuro sea parte del sello que aplico en todo lo que hago y por otro, el de la vergüenza por no alcanzar esa, tu magnífica GRACIA.
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