Tercera Ley de Newton

El cucho que nunca me acompañaba, se le dio por levantarse temprano y esperar a mi lado, el bus que me llevaría a la escuela.

Sin embargo, para la mente descarriada del matoneador de Duván, eso no fue ningún impedimento.

Se acercó a nosotros con sigilo y empujó a mi viejo hacía la calle transitada. Una moto lo atropelló, mientras que Duván huía, riendo a carcajadas y haciéndome pistola.

Al cuarto día en el hospital por pura coincidencia, ubicaron al lado de la cama de mi papá, en un catre, al matoneador que había sido apaleado, hasta hacerle perder la conciencia. Lo conectaron a una máquina.

Yo, bueno en las clases de electricidad, ubiqué el cuarto de los fusibles del hospital y aprovechando el caos propio de esos sitios, entré y bajé todos los tacos, perdiéndome de allí toda la tarde.

A la mañana siguiente, me enteré de que el Duván había muerto, pero también... mi padre.

©LaPuente

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