Cuento:
-El siguiente paso después de tener su espacio, fue preparar la tierra que al estar cercana al rio, estaba llena de nutrientes y con esfuerzo y sudor, tomó sus semillas y las plantó aprovechando la primavera; luego esperó y vigiló con paciencia.
Una tarde se acercó a la casa del príncipe, un viejo sirviente de éste y él lo acogió en su hogar, como a su hermano y juntos levantaron un pequeño molino para triturar los granos, un horno de piedra y de leña para cocinar y un vivero para cuidar y reproducir las semillas. Ya en la época de la cosecha, los frutos, los vegetales y los cereales fueron maravillosos, únicos y sus tamaños tres veces por encima de los normales. Cortaron, lavaron, y dispusieron de los frutos y los llevaron al pueblo el día del mercado.
El príncipe al lado de su “ex sirviente” y ante la cara asombrada de los lugareños, vendió a precios muy bajos o canjeó sus productos, sabiendo de los beneficios que el pueblo recibiría al alimentarse bien e invitó a los campesinos a su granja para enseñarles a generar sus propia comida de calidad.
A oídos del rey llegaron las noticias de los andares del príncipe y este no pudo sentir más desilusión por el giro inesperado que había tomado su hijo. Así que mandó buscar al sirviente y a regañadientes le exigió, a cambio de dinero, que le hiciera la vida imposible al príncipe, le dañara sus cosechas y su casa para que se desmotivara totalmente de seguir en un plan tan absurdo, pero el sirviente leal al joven, se negó respetuosamente y argumentó que gracias al príncipe su propia existencia ahora tenía sentido.
El rey no entendía y amenazando con matarlo por no cumplir su voluntad, le dejó que hablará para explicarle todas esas sandeces a las que se refería tan convencido. El ayudante temeroso rápidamente habló: -Su majestad, he llegado aquí después de ser su criado en el castillo, el príncipe me abrió las puertas de su casa y me dejó ayudarle hombro a hombro, me trató como a un miembro de su familia y me hizo saber que sus cultivos estaban sembrados con semillas ancestrales que guardó su reina madre sigilosamente, para beneficiar a su pueblo cuando así lo requiriera.
La cosecha del príncipe produce frutos maravillosos, grandes y muy nutritivos y al llevarlas al pueblo, los vende por debajo de su precio, sabiendo que con una o dos, puede una familia alimentarse por una semana. Lo que gana el príncipe es para mantener y reproducir sus semillas y sus campos y para enseñarles a los campesinos a hacer lo mismo. El príncipe es ya un rey, planea, ordena y trabaja en eso que le encanta que es el campo y beneficia a cientos de familias que son al fin y al cabo la razón de su existencia y las que le dan al reino todo lo que necesita.
El rey no sabía de los alcances de su hijo, la verdad que eso de satisfacer al pueblo de esa manera no le parecía muy estratégico, pero si el pueblo estaba genuinamente contento y dispuesto sería más fácil manejarlo, pensó. Los sentimientos del padre estaban muy confusos, entonces… ¿cómo sacar a su hijo de esa idea y entrenarlo para que no se viera vulnerable ni uno más del pueblo? Él era su sucesor, al fin al cabo.
El sirviente viendo la cara de desconcierto del rey e intuyendo sus pensamientos, solo atinó a decirle lo siguiente con toda su estima: –El príncipe igual que su majestad en un momento de su existencia se preguntó: -¿Quién soy? ¡Y lo entendió! ¿De dónde vengo? ¡Y lo entendió! ¿Qué puedo hacer? ¡Y lo entendió! ¿Qué debo hacer? ¡Y lo entendió! ¿Cómo lo voy a hacerlo y dónde? ¡Y lo entendió!. ¿Para qué? ¡Y lo entendió! Mas a diferencia suya se hizo una pregunta adicional: A parte de mi y mi familia… ¿PARA QUIÉN voy a hacer todo esto?. Lo demás, querido rey es egoísmo.
-Lapuente
Imagen: CamRex