¡Quédate tranquilo mi amor!




Anoche mientras dormía soñé que una mujer se me acercaba y en tono suplicante me pedía que le ayudara con su hijo rebelde e indomable pues ella ya no daba más. Vi como de sus ojos azules brotaban lágrimas de dolor. Me acerqué entonces al niño para hablar con él y cuando giró, en realidad era yo de pequeño. Al instante me desperté y como la mayoría de los sueños no entendí nada, pero reflexione un poco. Esa mujer no era mi madre, pero mi verdadera madre sí que sufrió conmigo.

Yo era demasiado consentido y voluntarioso y constantemente era castigado, pero siempre salía avante con mi tono pesado y mi aire de superioridad. Hoy en día como psicólogo creo que en aquella época tenía una sincera simpatía por la maldad. Mi madre murió joven y nunca me conoció siendo una “buena persona”, pero sé que me amaba con toda su alma.


Mis pensamientos al respecto de este suceso se diluyeron después y mi vida cotidiana siguió como siempre, hasta que una tarde tuve que hacer unas compras en el supermercado cerca de mi consultorio. Tomé un carrito y me dispuse a llenarlo con los artículos de la lista que llevaba y de pronto un grito iracundo y un te odio que resonó por todas partes. Abandoné mi labor y me acerqué sigiloso al otro corredor. Un niño salido de si, levantaba una caja de detergente para lanzarlo a quien supuse era su madre. Antes de que lo lanzara grite: -¡oye, oye, cálmate! y trate con mi cuerpo de bloquear el lanzamiento. -¡Tranquilo muchacho! -¡No se meta viejo estúpido! me vociferó, mientras que dejaba caer al piso la caja y caminaba de prisa hacia el otro lado. Corrí a donde la mujer y pregunté: -¿señora está bien? ¿Ese es su hijo? -Si está como loco porque no quiero comprarle esa patineta. Es un malcriado, su padre le da todo y nunca hay límites. Pero yo estaba como un ente y no podía ni parpadear, la mujer hablaba pero yo no coordinaba, y es que ella era la de mi sueño.

 

Cuando reaccioné pensé, esto es demasiada coincidencia y decidí tomar las riendas del suceso. -Déjeme le ayudo, sólo sígame la corriente. -¿Qué? dijo la mujer. -Confíe en mí y le extendí una tarjeta de presentación. Me apresuré hasta donde permanecía el niño y con voz suave le dije: -¡Oye muchacho! - ¿qué quiere?, aulló de la desesperación. -Mira, tu madre me contó que quieres una de esas ¿no? Guau que buen gusto se ve fabulosa.


Hagamos algo yo te la regalo, si te disculpas con tu madre. -¿Qué usted? -Si yo y en seguida me fui hasta la estantería y le pregunté por su color favorito. Y sin remordimiento me confirmó que la azul, mientras alcanzaba a su madre vociferando para que yo escuchara: - ¡mamá perdón por gritar! y antes de que ella respondiera, tomé al muchacho y con patineta en mano hicimos fila para pagar en la caja.


- ¿Y usted si tiene tanto dinero? me dijo el muchacho sínicamente,  -Pues como te parece que hoy traigo conmigo mi tarjeta de crédito gold, ¿qué alivio… no?. Cuando íbamos a pagar le fruncí el ceño al cajero y lo salude:  -Hola Carlos mira hoy voy a llevar patineta para mi nuevo amigo que se llama… -¡Santiago!. –Eso Santiago confirmé. -¡Vaya que suertudo, mi hijo en cambio con su servicio jardinería, aún no logra reunir los fondos para comprar una!, dijo Carlos con tristeza.  -¡Pero lo logrará! le interrumpí -es un buen chico… Y ¿cómo está de salud? -Muy bien ya no tiene que hacerse más tratamientos y estoy feliz por ello, mientras reía sinceramente. Al lado, el muchacho miraba intrigado, pero la conversación no le movió el corazón. -Que tenga buen día doctor Hernando, y lo mismo para ti Santiago. -Carlos que estés bien, susurré y sentí como Santiago me rapaba la patineta y se apresuraba al parqueadero.

 

-No le entiendo,  me insistió la madre mientras la acompañaba a la puerta. -Bueno estoy haciendo un pequeño experimento con su hijo que espero de resultado, la tranquilicé.  ¿Pero por qué? Me insistió. -Bueno la explicación es un poco misteriosa, dejemos así y por favor llámeme si me necesita, ¿usted es?… -Soy Laura. -Encantado y sorprendido de nuevo, así se llamaba mi madre ¿sabía?... Soy el doctor Hernando, me tengo que ir se me hizo un poco tarde y tengo una consulta. Mientras que me dirigía hacia el auto no podía parar de pensar en las coincidencias, estaba impactado, ¡ah! y sin un solo producto que necesitaba.


Esa tarde, Santiago se fue a su casa con su madre y casi que se lanzó de su camioneta para intentar patinar por las calles, pero empezó a llover intensamente y cada vez que tuvo tiempo, el clima no le favoreció; a los cuatro días por fin, después del colegio, la tarde era radiante y entró a su casa sin saludar se cambió de ropa, tomó su patineta y cuando se disponía a bajar sonó el timbre. Laura abrió la puerta y era Emilio, ofreciendo sus servicios de jardinero. ¡Ah hola, Emilio gusto en conocerte, ya sé quién eres y que bueno que hayas venido porque te necesito, pero…te veo muy pálido ¿estás bien?


-No se preocupe estoy perfectamente, además traje todas las herramientas voy a comenzar ya mismo. Santiago que salía para patinar lo miró con curiosidad y luego con fastidio pasó a su lado y corrió a la calle. - Guau mira… tu hijo ya tiene la patineta que yo quiero. -Si dijo ella, sabiendo que las posibilidades de que se la prestara eran nulas.


-Bueno me voy a trabajar dijo…Mientras, Santiago intentaba piruetas en la patineta, se caía, intentaba, iba y venía y Emilio juicioso cortaba, podaba, recogía, limpiaba y así estuvieron por una hora ambos concentrados en lo suyo. Emilio con mucho agotamiento golpeó en la puerta mientras miraba lo que hacia Santiago. Salió Laura con dos vasos de limonada uno para Emilio y otro para su hijo. -Tomen niños deben estar muy cansados.


-Gracias señora Laura, mire le dejé todo perfecto. Muy buen trabajo espérame te traigo el dinero. -Veo que eres bueno para la patineta y eso que es la primera vez que la uso, aseguró Emilio mientras regresaba la señora. -Con esto que me dará tu mamá creo que solo me falta un poco para conseguir una. Laura le dio el dinero, se despidieron y Santiago tuvo la idea de perseguir a Emilio hasta su casa. La madre de Emilio lo recibió con un beso y un abrazo y el muchacho se fue al garaje a guardar las herramientas y al abrir la puerta 4 radiantes patinetas allí envueltas en papel transparente. Santiago se quedó atónito, ¿para qué quería una patineta si ya tenía cuatro? Corrió y en tono insultante le dijo: ¡Oye mentiroso ya tienes patinetas, té haces el enfermo para que así puedas reunir dinero! ¿no?

-¡Ay me asustaste! brincó el otro. - Bueno talvez no entiendas pero reúno estas patinetas para mis cinco amigos del hospital que todavía están allí y no recuperan del todo. Les prometí que se las llevaría y me falta una. -¿Y la tuya?, buscó Santiago en el garaje, -no creo que alcance para la mía! -¡Bah! dijo Santiago eres un tonto aprovechado y se fue a su casa con el corazón acongojado por el gran gesto de Emilio.


Después de eso dejó la patineta debajo de su cama y no la usó más. Todo esto me lo contó su madre cuando fue a vino a verme a mi consulta. ¿Usted cree que ese era el objetivo con Santiago? dudó Laura. -Pues no lo sé del todo, pero dejemos que el universo se encargue. Nos despedíamos y de pronto sonó su móvil, le informaban que su hijo había sufrido una caída y que tenía un brazo afectado y que ya estaba en un hospital cercano. La llevé hasta allí pues estaba demasiado angustiada para conducir y al entrar vimos que estaban atendiendo a Santiago. Acaban de hacerle una radiografía y había que enyesar.

-¿Qué pasó mi amor?. -Mamá iba al baño y me resbalé por las escaleras, puse mi brazo para protegerme. Después de una hora, enyesado sale con su mama y con el doctor Hernando y se encuentran con Emilio y su padre Carlos en la puerta.

-Hola Santiago ¿estás bien?, preguntó Emilio afanado. -Si solo es un golpecito. Todos se saludan y Emilio invita a Santiago a hacer la entrega de las patinetas. -¿Me acompañas?. Emilio lo duda pero su madre y yo lo alentamos. Así me despido sin saber lo que pasará y me retiro a una consulta pendiente.


Santiago y Laura se unen a Carlos y Emilio, van al pabellón infantil y allí Emilio con una carretilla cargada de cajas entra y saluda a las enfermeras y a sus amigos que se iluminan ante su presencia. -¿Viniste como prometiste?, gritaron emocionados.


-Si y vine con Santiago un buen amigo.  Todos lo saludaron y mientras tanto Emilio se dispuso a entregar a cada uno su presente. Todos lo abrieron animados y al ver sus patinetas, hasta las enfermeras colaboraron para que se montaran allí mismo y anduvieron un poco a pesar de su debilidad. Todos reían y la pasaban muy bien hasta que uno dijo oye Emilio y ¿tu patineta? -¡Ah la mía está en casa! no podía traerlas todas y le guiñó el ojo a Santiago.

 

Esa noche Santiago llegó a su casa sacó la patineta, la envolvió y le pidió a su madre que le acompañara a dejársela en la puerta a Emilio. La madre gratamente sorprendida lo llevó  y allí le dejaron el regalo con una nota de agradecimiento.

-Parece que todo salió mejor de lo esperado, me dijo Laura por teléfono. -¡Muchas gracias, no tengo con que pagárselo.

 

Pero si tuvo cómo porque esa noche soñé con mi madre, ella venía desde lejos y a medida que se acercaba abría los brazos y cuando estuvo en frente mío me abrazó y me dijo: -Siempre supe que eras una buena persona… quédate tranquilo mi amor.


-Lapuente