La niña en cambio, empezó un calvario de médicos, psiquiatras y terapeutas que “quisieron ayudar”. Ella era un universo de temor y de culpa, con un comportamiento tan complicado que la etiquetaron como misántropa y la medicaron por mucho tiempo.
Al
terminar, a sus 22 años y con mucho esfuerzo sus estudios de bachillerato,
ingresó a la universidad a distancia para estudiar psicología. Era totalmente
claro que lo hacía para responder a la eterna pregunta de… por qué a ella. Y
así aprendió de la observación, del análisis y de leer cientos de casos, sobre
la oscuridad que puede resistir un ser humano perturbado, cuando su mente recrea
una y otra vez las dolorosas historias inconclusas.
Faltando
ya unos días para finalizar su carrera y en medio del trabajo de grado, viajó
a la selva para participar de una ceremonia de yagé. La noche y el espacio
lleno de gente desconocida de diferentes partes del mundo, hicieron que se ubicara
en un lugar apartado del rancho en donde tomó su ración. Vinieron los colores, las
líneas, las figuras y los cantos del chaman y con ellos un viaje que la situaba
en un bosque. Se vio a ella misma, como un hombre que cabalgaba en un caballo
negro. Era un impresionante soldado con armadura. Otros soldados le seguían
como si fuese su líder, con antorchas con las que iban prendiendo fuego a las
chozas que aparecían por el camino, todas llenas de mujeres y niños.
Una sola casa faltaba por quemar y el soldado con armadura después de hacer una señal con la mano, se bajó del caballo y se acercó caminando dispuesto a acabarla. Una madre con sus dos pequeños hijos, pobres y zarrapastrosos se asomaron por la puerta. Esa mujer tenía la misma cara de su padre, el mismo hombre que la había violado a los 6 años pero con cara de mujer aterrada. Salió a su encuentro y se arrodilló frente a él suplicándole por la vida de sus niños, pero este los entró a empujones a la choza donde los golpeó, los violó y luego de hacer lo mismo con la mujer les prendió fuego.
Mientras
que ella y sus pequeños ardían en las llamas se escuchó su grito desesperado
que fue una sentencia para el soldado: “Yo Valeria… ¡te lo juro!... Te buscaré y
conocerás de la peor manera lo que significa la palabra revancha. Ya no será en
esta vida pero lo lograré en cualquier otra”. El hombre sin ningún escrúpulo
salió del lugar celebrando con risas e improperios y con el resto de su ejército
terminó su cometido. Luego oscuridad... La
música del chaman llamó a salir del
trance a los convocados al encuentro, ya habían pasado 12 horas. Y por fin la consciencia de esa
mujer desorientada, que había sido una niña maltratada, que había sido un hombre abusador y quién sabe quién más y en cuánto tiempo… ¡despertó!
@Lapuente
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