¿A papaya puesta, papaya partida?

El 31 de diciembre a las 12:00 de la noche la familia Estrada (papá, mamá y dos adolescentes), salió con sus maletas por las calles para que el nuevo año le trajera muchos viajes y diversión. Pasarían después por el hogar geriátrico cercano, que a esa hora celebraría el año nuevo, para dejar una donación a los adultos mayores que cuidaba el padre Lozano. En medio de pólvora, gritos y algarabía, los cuatro integrantes fueron interceptados por un individuo con arma de fuego en mano.

-¡Quieticos, quieticos! Entréguenme las maletas ya, si no quieren que les vuele la tapa de los sesos.

-¿Qué? ¿Esto es una broma? Pero si no hay nada en ellas, solo hacemos un ritual, contestó el padre de familia.

-¡Cállese ricachón y démelas ya!

-¡Ok! ¡Ok!

Asustados e intimidados acercaron sus equipajes hasta donde estaba el hombre con un aspecto perdido y deteriorado, antes de que este les hiciera algo. El tipo como pudo agarró las maletas, hábilmente las reagrupó y salió como alma que llevaba el diablo sin dejar rastro. Los Estrada se devolvieron aburridos y consternados. “Bonita forma de empezar el año” comentó uno de los chicos.

-¡Tranquilos! dijo el padre -Estamos vivos y sin rasguño. Perdimos eso sí, la donación para el hogar geriátrico.

-¿Qué? gritó su esposa.

-Sí, la guardé en el bolsillo secreto de mi maleta.

-¿Ponemos el denuncio entonces? insistió la mujer.

¿Para qué?... La policía no va a hacer nada a esta hora y menos por unas maletas “desocupadas”.

El fin de semana siguiente los Estrada se fueron al centro comercial y compraron nuevas valijas con diseños especiales como las anteriores, pero con un chip para rastrearlas en caso de pérdida. Esa misma tarde empacaron su ropa y sus cosas para el viaje a Costa Rica que ya tenían programado.


Al siguiente día llegaron temprano al aeropuerto y haciendo fila para registrarse se toparon con una familia que llevaba unas maletas idénticas a las que les habían hurtado. No eran clásicas, si no de colores y diseños que las hacían únicas.  El señor Estrada mientras esperaba su llamado entabló conversación con la otra familia y les preguntó dónde habían adquirido esas maletas tan particulares. El hombre sin ningún reparo les comentó que las había comprado en una ganga en San Victorino.

-Le voy a ser honesto. Es que son parecidísimas a unas que nos robaron el 31 diciembre. 

-Podrían ser estas con seguridad. Las adquirí en ese sitio y usted ya conoce la fama que tiene.

-¿Sabe? le dijo el señor Estrada al otro. -En una de esas maletas iba un sobre con dinero para una donación a una fundación de adultos mayores.

-Nooo mi amigo, cuando me las fueron a vender, me mostraron todas sus bondades, cada recoveco, cada bolsillo y se lo juro… estaban desocupadas. Si había algo adentro fueron ellos los que se quedaron con eso.

-Ok…si, tiene toda la razón. Ya no hay nada que hacer, ustedes sigan con su viaje. A dónde van, a propósito…

-Vamos a ciudad de México y ¿ustedes?

-A Costa Rica.  Buen viaje les contestó el señor Estrada sin ningún rencor.

-Lo mismo para ustedes.


Cada familia tomó su vuelo.  Cuando los que iban a ciudad de México, arribaron a su destino, el personal de migración los encontró sospechosos. Confirmaron los nombres de los cuatro miembros de la familia Giraldo Ureña y los dividieron en dos grupos, madre e hijos que fueron a parar a un salón de segunda instancia y al padre que lo llevaron al “cuarto del rechazo”. 

Les quitaron todo su equipaje, los cordones de sus zapatos, los celulares, los documentos y después de algunas horas de abandono, empezaron con el interrogatorio al señor Giraldo. Le  hicieron preguntas sobre su trabajo, sobre su intención de estar en México y queriendo de alguna manera incriminarlo, en frente de él empezaron a revolcar sus maletas en busca de una supuesta droga. Sacaron su ropa y todas sus pertenencias pero nada. Agarraron algunas cosas y las tomaron para ellos. Después de  tanto esculcar uno de los guardias encontró un paquete sospechoso en la maleta más grande.

-Veamos que tenemos aquí. Cocaina será.

Abrió el bolsillo perfectamente camuflado y encontró un sobre abultado. Adentro, unos dólares con una carta que decía: Para los adultos mayores del padre Lozano. Que esta contribución les ayude un buen tiempo con una sana alimentación. El señor Giraldo se sorprendió, era cierto lo del dinero. Su cara estaba totalmente roja y empezó a sudar.

-¿Qué es esto? dijo el oficial de migración…

-Ah sí claro, es una… contribución que traíamos para ayudar a unos abuelitos de ciudad de México, contestó titubeando el hombre, acordándose de lo que había escuchado en Bogotá.

-¿Por qué?

Porque Dios fue muy grande con nosotros el año pasado y queríamos ayudar en medio de nuestro viaje a alguna fundación a manera de agradecimiento.

-Mira no más, si son US$1.000. Ustedes sí que son generosos. Hagamos una cosa, nosotros los dejamos regresar a Colombia sin ningún cargo y ustedes nos dejan la lana.

-Pero con qué argumento nos va a deportar si tenemos todos nuestros papeles al día, el itinerario de viaje, los hoteles, y los recibos de pago.

-¡Fácil!… Por robo de maletas. En cada valija hay una etiqueta muy bien camuflada marcada con el nombre de un integrante de una tal familia Estrada. Y observe la nota de contribución también lleva la misma firma.  Y…hasta donde sé ustedes son la familia Giraldo Ureña ¿no?

 

@Lapuente