La Doble...


Bogotá, domingo 6 de octubre de 2019

 

Señora

CATHERINE DE FRANCO

Ciudad.

 

Estimada madre:

No has querido contestarme el teléfono ni permitir que te explique lo que sucedió. Espero esta carta llegue pronto porque estoy desesperado.  Debes saber que conocí a Bianca en mi trabajo en la fundación “Por un futuro distinto” y que ella era ese tipo de persona en la que uno desea convertirse. Siempre apoyando a los niños, consiguiendo recursos y buscando mejorar a toda costa, la calidad de vida de tanta gente vulnerable.

Pero las cosas se tornaron oscuras cuando el jueves pasado me invitó a su apartamento a comer algo, pues habíamos tenido un día extenuante. Acepté gustoso poder compartir un rato extra con alguien tan agradable. Ya en su auto y antes de llegar me explicó que aunque aún vivía con sus padres, estos por su trabajo en importantes cargos en el gobierno, casi nunca se cruzaban con ella y pasaban semanas sin verse. Pero eso sí, que tenía una nana maravillosa, a la que ya había avisado que íbamos para que nos preparara algo exquisito.

Subimos por su ascensor privado y nos acomodamos en un lujoso comedor donde ya nos esperaba la comida caliente, pero ni rastro de su nana.  Bianca y yo hablamos un poco de lo que nos depararía el día siguiente, en la reunión que tendríamos con la junta de la fundación. En ese momento alguien timbró y ella interrumpió nuestra conversación para abrir la puerta. Era un chico con ropa de domiciliario que le entregó un paquete. Bianca lo despidió con un extraño “gracias papito” y un fajo de billetes.

Luego caminó hasta la mesa de la sala donde sacó todo el contenido y hábilmente empezó a armar unos cigarrillos con varias sustancias. No lo podía creer.  Me pasó un porro encendido y empezamos a fumar. Pero mamá… tú sabes que yo no puedo con eso y lo deseché inmediatamente, mientras ella seguía sumida en el acto, perdiéndose y hablando entre dientes.

Todo el apartamento estaba lleno de humo y me dolía un poco la cabeza. El citófono empezó a sonar. Y Bianca, la misma que yo conocía como la guerrera, la maravillosa heroína de los niños de la fundación, empezó a despotricar. -Ya empezaron los vecinos. Cada vez que fumo recurren a los porteros para que me llamen y me obliguen a parar. Se creen muy santos los desgraciados. Pues… ¡que se jodan!

Pero el aparato timbraba y timbraba y tuve que ir a contestar. Al otro lado el portero: -Por favor, avisarle a la señorita Bianca que se abstenga de  seguir consumiendo sustancias psicoactivas, el humo que se mueve por los ductos tiene a la niña de la familia Domínguez con una enfermedad respiratoria, a la señora Méndez con vómitos y cefalea y a todos desesperados. ¡Por favor señorita!... Bianca, que escuchaba todo a distancia gritó: ¡Que hagan lo que quieran, que llamen a la policía! y me hizo seña para que colgara.

Yo no podía entender como la misma mujer amable y bondadosa tenía este lado tan gris e inhumano, por lo que le reproché su comportamiento, pero ella solo atinó a decirme que era un estúpido puritano y que le importaban cinco sus vecinos. Además me aseguró que no hacía nada ilegal porque estaba en su casa y que nadie podía intimidarla. Y para rematar, me hizo saber que esa era su forma de hacer terapia y sacarse la suciedad después de juntarse con tanta gente del bajo mundo durante el día.

Tomé mi chaqueta y ya me iba a marchar cuando el citófono volvió a sonar. De nuevo contesté y el portero me comunicó que estaba subiendo la policía con autorización de la administración.

Los hombres tocaron la puerta. Bianca salió tambaleante y despistada gritándoles que se largaran, pero un agente, de manera comprensiva, como si ya hubiese hecho esto docenas de veces le dijo: -Señorita Bianca por favor, no más. Aquí en este edificio no solo su familia es poderosa. De las formas más civilizadas le han pedido que detenga este vicio que los tiene a todos enfermos y que además ha hecho que algunos ya se estén pensando en mudarse. Con tantas pruebas,  queda ponerle otra vez un comparendo pero sé que usted lo pagará y seguirá igual.  Dónde está su humanidad, usted no es la única en este mundo y  no puede hacer lo que se le de la gana, sabiendo que eso la perjudica y perjudica a la comunidad. Ella le contestó al policía: -¿Qué tal “el levantando”?, todo el día ayudando a los de su clase y así me viene a pagar.

Madre… ahí fue cuando yo le pedí a Bianca que se calmara y obedeciera, que no era justo con los demás y que parecía otra persona y no la misma que yo conocía. El oficial entonces preguntó quién era yo. Ella me miró horrorizada y luego esbozó una sonrisa perversa y le dijo: “Este es mí proveedor de droga”, ¡llévenselo! Toda la evidencia está encima de la mesa. Y después no digan que yo no colaboro.

 

¡Ayúdame mamá, por favor! Tú sabes que yo no tengo dos caras. ¡Sácame de aquí!

 

Atentamente,

 

SEBASTIAN FRANCO


@Lapuente