Me levanté con dolor de cabeza.
¿Cómo pudo la señora Adelaida hacerme esto? Ahora tenía que afrontarlo en la
reunión “urgente” con el obispo y cuatro sacerdotes. Era el fin de mi vida.
Al llegar, solo una mesa… detrás
sentados, con la mirada lánguida y fría, las autoridades eclesiásticas. Iniciaron
rápidamente el interrogatorio. Sentí mareo. En la pared una cartelera patéticamente
bien elaborada con las fotos de mi armario. En él se veían los cajones y
adentro, prendas y ropa interior femenina.
Quisieron saber si yo, el padre Luis, llevaba mujeres a la parroquia para tener algo con ellas o simplemente era un fetichista que coleccionaba panties y brasieres.
Tenía el estómago revuelto,
respiré profundo para contestar y casi no me sale la voz… titubeé. Pero el
mismo Dios que me hizo su llamado en el pasado, repentinamente me dio el valor
y lo dije pausadamente… -Soy una mujer que tuvo que disfrazarse de hombre para
lograr ser sacerdote.
Sus caras se desencajaron y el
obispo sin pensarlo dos veces me gritó: -¡Pecador, mentiroso, infeliz! No
imagino todo lo que usted tuvo que haber hecho para engañar a tanta gente y por
tanto tiempo.
Me puse de pie y con la misma
confianza le contesté: -¿No le parece espantoso más bien, todo el esfuerzo que
realicé para alcanzar este anhelo, que solo le es dado a los hombres? Por eso tuve que mentir.
-¡Usted sabe que esto no es cosa
de la iglesia sino una cuestión divina que no se puede alterar! Agradezca no
estar en tiempos de la papisa Juana. ¡Excomunión, excomunión!...Volvió a
insistir en un tono que ya entraba en la convulsión.
Y no sé por qué terminé de
encender más la hoguera: - Señor Obispo, también la señora Adelaida Páez, me
mostró fotos de las habitaciones que ella limpiaba. Habitaciones de varios de
ustedes que están sentados hoy aquí juzgándome. En ellas se ven sobre las camas
y en los armarios, ropa interior de niños y jóvenes y creo que no son para
ponérselas, como en mi caso. ¿Por qué no los sentencia a ellos también?
Los hombres se miraron entre sí
con las caras rojas y antes de que el mundo estallara para ellos, o bueno… eso
creí, el señor Obispo respondió: -Esos son solo chismes de sirvientas y de
viejas... al fin y al cabo mujer tenía que ser. Iniciaré su proceso de destitución, se levanta
la sesión.
@Lapuente
Foto tomada de internet