Todas mis amigas de la universidad tenían novio y yo no. Siempre tan solitaria y juiciosa. Y claro, me harté de ser la ñoña y decidí inclinarme por algo religioso yéndome a la iglesia. Pero no a rezar, sino a la tienda que allí tenían y le pregunté a la tendera por una solución católica para hacerme a un novio bueno y perfecto.
De inmediato me pasó una estatuilla de San Antonio de Padua con un novenario que finalizaba con 12 Padres Nuestros, 15 Ave Marías, 5 credos y 8 Rosarios. Tenía entonces que poner la figura, de cabeza, amarrada a la pata de la cama y hacer las oraciones con fe. Una vez logrado el propósito, desamarraría al pobre santo y lo voltearía en señal de agradecimiento.
Al llegar a casa, seguí las instrucciones al pie de la letra, poniendo la estatua al revés, en la pata de atrás de mi cama que daba contra la pared, para que ni mi mamá, ni mi hermano se dieran cuenta de mi intención y me juzgaran.Desde ese momento empecé con fervor a hacer la “tarea”
y oré como nunca en mi vida. Pasaron los nueve días y hasta varias semanas y la
cosa se tornó grave… es que yo... parecía transparente, ningun tipo me volteaba a
mirar y debo aclarar que era muy simpática y agradable.
Cualquier día sonó el teléfono y del otro lado, una
llamada de larga distancia de un viejo amigo de mi mamá que se había radicado en España.
Resultó que el hombre se había quedado viudo hace mas de dos años y estando tan
lejos y sin hijos, se sintió agobiado y se acordó de lo mucho que amó a mi madre y
quería reecontrarse con ella. Mi mamá estaba dichosa, hacía tiempo se encontraba divorciada
y solo tenía ojos para nosotros, así que en verdad era injusto que no le permitieramos
reiniciar una relación. En cuestión de 4 meses, estuvo lista y con todos los
papeles al día, para mudarse con el hombre a España llevándose consigo a mi
hermano de 14 años. Yo no pude ir de una vez, porque trabajaba en mi tesis de grado.
Durante ese tiempo, empecé a vender todos los muebles del apartamento para poder reunir más dinero para mi futuro viaje y fue allí que desarmando la cama de mi mamá encontré al San Antonio boca abajo y amarrado en la pata de su cama. ¿Cómo así?, pensé, ¿Este no es mi San Antonio? Y corrí a mirar a mi habitación y confirmé que no estaba allí. ¿Qué carajos pasó?
Pues mi hermano presintiendo lo inevitable me llamó esa tarde y me preguntó si ya me habían hecho alguna oferta para comprar las camas. Le dije que si, que estaba en ello a lo que me respondió: -¿Te diste cuenta de lo del santo? Me quedé callada y allí fue cuando me confesó:
-Cuando tu llegaste a la casa ese día con el San Antonio yo te vi y averigüé para qué hacías eso… al enterarme pensé que más que tu, la que necesitaba un novio era mi mamá, porque ella no tenía vida propia por estar pendiente de nosotros y desamarré al santo y lo puse en su cama y adivina qué... ¡Funcionó hermanita! ¡Funcionó!
@Lapuente