En mi segunda semana como guía turístico, me asignaron un grupo de españoles para hacer un recorrido completo por los sitios más emblemáticos de Chía. Con el plan trazado empecé por la Montaña del Oso en la zona oriental, hablando de las características de este bello paraje natural. Los extranjeros parlanchines y desparpajados disfrutaban maravillados tomando fotos y videos, menos un hombre cuyos comentarios lastimeros empezaron a dañar la jornada.
-¡Vaya, mola! ¡Qué monada! ¿Pero a qué hora aparecen vuestros indios con plumas? -arrancó diciendo…
Luego bajamos al Castillo Marroquín, lleno de historia y de misterio y en medio de la sala principal lanzó su siguiente dardo:
-Este intento de hacer ver este castillete como español me cabrea. Huele a campesino ¡Joder!
En la Valvanera ubicada en el resguardo indígena, con una vista única y privilegiada de la ciudad comentó:
-Me flipa la idea de haber plantado una iglesia en medio de esta selva montañosa para domar a estos tíos.
En el parque Santander, lugar central del municipio donde reposan los símbolos muiscas, la alcaldía y el comercio local, remató:
-¡Pero qué imbéciles! ¿Cómo permitís esta mezcla entre una diosa pagana vulgar y una santa católica como Santa Lucía? ¡Madre mía!
-Respeto por favor, le dije ya en un tono francamente molesto. -Lo que hace que esta ciudad sea tan interesante es la mezcla de culturas.
-¡Me cago en las mezclas culturales! replicó.
-Paco… le gritaron los otros.- ¡Cállate! ¡Todo os molesta tío! ¿Para que habeis venido? ¡Sois un gilipollas!.
-¡Joder!… refunfuñó.
De mal genio los llevé caminando al último lugar simbólico, la Plaza De Mercado El Cacique… los comerciantes al verlos llegar, se desvivieron en atenciones hacia ellos.
-¡Así!, ¡Así es! ¡vuestro deber es la sumisión y la atención! ¡Tirémosles unas monedas a esta manada de salvajes!, fue su estocada final.
-¡Paco que os calléis! ¡Qué vergüenza! insistieron los otros.
Una de las vendedoras más veteranas, Doña Lidia del puesto de frutas, se acercó entonces a la defensiva gritándole al hombre:
-¡Usted señor es la muestra clara de lo que detestamos de algunos extranjeros aprovechados y racistas!
¿Sabe? Nací en Chía hace 70 años y mi padre me contó que su padre, mi abuelo Rodrigo del Carmén Valdivieso, vino pavoneándose de España a estas tierras a principios del siglo pasado. El tipo se apropió del territorio, se burló de mi abuela indígena dejándola con 2 de los 5 hijos varones que le engendró y se largó un día con los otros 3 mayores, sin decir nada. Sin apellido, sin la tierra que vendió por unas monedas, con la pena moral de la abuela, las promesas y los crucifijos.
-¿Pero qué gilipolleces?, aulló desesperado Paco…¿Es una broma verdad? ¡Vosotros todos sois unos indios tramposos y sucios! ¿Cómo sabéis mi apellido? ¿Cómo sabéis de mi abuelo Rodrigo del Carmén Valdivielso?
©LaPuente
Foto tomada de Wikipedia