La justificación

Yo robé las botas que estaban en la arenera. Eran del disfraz de una niña que jugaba en el barco pirata de Centro Chía. Mientras que ella y sus padres se distrajeron con fotos y risas, yo las agarré, las metí en una bolsa donde ya reposaba un pantalón, un chaleco, una camisa a cuadros y un parche y hui. 

La cosa es que no habían pasado 10 minutos, cuando fui atrapada, “de nuevo”, en la salida. Me llevaron a la administración donde ya me esperaban los padres de la niña con cara de disgusto y con el celular del señor listo para grabar mi declaración.

El administrador me gritó: ¿¡Nombre!?

-Soy Brenda Martínez, quiero pedir perdón y antes de que me juzguen, aunque estén en todo su derecho, deseo contarles mis motivaciones: Trabajé hasta hoy como empleada doméstica para la doctora Natalia Ferro aquí no más en La Carolina. Ayer la señora llegó de Estados Unidos y le trajo media docena de disfraces a su niña de tan solo 5 años para que escogiera el que más le gustara ¿Ah?... La niña entonces, se decidió por el de princesa y arrojó los demás disfraces, pisoteándolos y pateándolos como si fueran basura.


La doctora reía y aplaudía las hazañas de la malcriada, celebrándole con besos y abrazos y para darle más importancia me ordenó que botara las indumentarias restantes, porque era claro que a “su chiqui” le parecían horrendas. Le dije que yo tenía una niña de la misma edad y que si me podía llevar un disfraz, pero la señora se negó  y de manera absurda y hasta brusca terminó metiendo los disfraces en la caneca.


Antes de irme por la tarde, sin que nadie lo notara, saqué de la basura un disfraz, el de pirata que aún estaba bueno y les juro que lo iba a regresar después del 31 de octubre. Lo puse en la bolsa de tela donde llevaba mi almuerzo y salí sigilosa evadiendo a los porteros y a sus perros guardianes, pero al llegar al terminal urbano de Chía, dejé la bolsa debajo de la silla de la buseta, por el afán de hacer transbordo al transporte que me llevaría a la vereda donde vivo. ¡Qué mala suerte la mía!


Pero eso no fue nada. Hoy llegué a trabajar temprano como siempre y la señora que me esperaba en la puerta de la cocina, me mostró el vídeo en su celular de no se que cámara oculta, con la prueba del momento en que yo me guardaba el disfraz. Me defendí recordándole que estaba en la basura, a lo que me replicó que ella hacía lo que quería en su casa y que no le iba a dar un disfraz de US$ 100 a la hija de la criada. Me despidió de inmediato, no sin antes advertirme que si no le devolvía lo robado hoy mismo, no me pagaría la liquidación y subiría el video en sus redes para que nadie me volviera a contratar jamás  ¡Carajo! ¿pero cómo le iba a hacer si yo ya lo había perdido?


Por eso vine al centro comercial dispuesta a armar las piezas del disfraz y tomé prendas que fueran finas y parecidas, unas de aquí y otras de allá para lograrlo, aunque aquí estoy de nuevo acorralada por mis desesperadas decisiones.


-¿Cómo dijo que se llamaba su jefa?, interrumpió el papá de la niña apagando la cámara.

-La doctora Natalia Ferro.

-¿Natalia Ferro, la pediatra?

-Si señor.

-¿La que sale en redes dando consejos de crianza?

-Si señor.

-¡Ok deme unos minutos! voy a subir a mis redes este video que hice, con una leyenda contundente y con el #apoyemosaBrenda.

 

Mientras eso pasaba la mamá de la niña se dirigió al administrador del centro comercial, confirmando que no iban a levantar cargos contra mí, mientras que yo devolviera las prendas a los perjudicados. Yo lo aseguré agradecida. Salimos con la pareja de la oficina y me acompañaron a entregar las cosas. De pronto al celular del señor empezaron a llegar notificaciones, ¡cientos de ellas!  El video se había vuelto viral y la gente empezaba a cuestionar el accionar de mi exjefa “la prestigiosa pediatra”. 



Ya caminando libre a mi casa, sentí que aunque no lo tenía planeado de esta manera por fin mi venganza daba frutos. Ahora era el turno de que la miserable de Natalia Ferro, la pediatra de la EPS, sufriera lo indecible, por la mala decisión que un 31 de octubre hace 5 años, le había costado la vida en la clínica, a mi hija disfrazada de pirata.


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