El amigo imaginario de Trump

Después de un tremendo día en el psiquiátrico, cedí mi turno y me tumbé en la camilla, casi muerto del cansancio. Debo suponer que habían pasado unos diez minutos cuando una voz masculina y tranquila me susurró…

-¡Loquillo de la Comarca, despierta!

Abrí los ojos y atiné a ver una forma oscura sentada a mi lado.


-Loquillo de la Comarca, soy yo… ¡Sarapatín!


Quedé aturdido y tardé un tiempo prudencial en procesar la información hasta que… ¡Vualá! 


-¿Sarapatín, eres tú?

-Sí Loquillo soy yo, tu “friend” imaginario.

-¿Estoy soñando, no?

-¡Noooo! he vuelto después de 25 años… ¡Pero es para pedirte un favor muy urgente!

-¡Sarapatín!… No sabes lo molido que estoy con tantos casos extremos que he atendido hoy.

-¡Por favor "doctor"! atiende a un último paciente.

-¿A quién?

-Quiero que analices al amigo imaginario de Donald Trump.

-¡No bromees! ¿Tiene un amigo imaginario?

-¡Sí!…  pero está cargado de rabia y ahora se está vengando de Trump metiéndole en esa cabeza hueca, una sarta de porquerías narcisistas, misóginas, racistas y ególatras.


-Yo sí decía que Trump estaba desquiciado, pero calculé que otras eran las causas.

-Pues sus “problemas mentales” tienen nombre propio… “Cobardón”.

-¿Cobardón es el amigo imaginario?

-Si y no te burles… le tengo en gran estima y por eso te molesto a esta hora. 


Lo que pasa es que cuando Trump era niño -me explicó- despreció de muchas e insensibles formas a Cobardón, nombre despectivo que el malvado le puso, y lo llenó así de profundos traumas.

Cobardón humillado, le prometió que volvería para vengarse, a lo que Trump le contestó que él nunca le tendría miedo a una ridícula invención de su propio intelecto. 

Luego de un largo periodo, el estropeado amigo imaginario regresó recargado y empezó a introducirse en los pensamientos de Donald y así pretendió terminar de deteriorar lo poco que le quedaba bueno. 

Loquillo de la Comarca, si no atiendes a Cobardón, Trump acabará con el planeta ¡Ayúdalo!


-¡Pero qué exageración!  ¿Y dónde está? 

-Lo puedo llamar ya mismo y aquí aparece.

-Déjame y me incorporo, me voy a lavar la cara porque todavía parece que estuviera alucinando.

- ¡Vale!


Ya en el baño pensé que este psiquiátrico estaba haciendo mella en mi cordura, pero la curiosidad me tenía en ascuas con la aparición de Sarapatín. Salí, encendí una lamparita de la mesa y  me senté en un butaco de madera. Con la cabeza le hice una señal a mi “friend” imaginario para que invitara al “fenómeno” de compañero de trabajo, por el que estaba tan preocupado.


Apareció entonces, un hombre menudo de aspecto triste e inquietante, me saludó anticipándose a lo que vendría.  Aseguró que no iba a dar su brazo a torcer con su cometido de aniquilar al ser humano más despreciable del que fuera amigo imaginario jamás.


-El problema, -le dije-  es que si usted no cede en su intento, alimentará a un monstruo cuyas acciones se saldrán de control y afectará la calidad de vida de muchas personas. El tipo es demasiado astuto, poderoso e influyente. Tiene miles de seguidores que aman sus perversos y enfermos comportamientos y además… lo alientan a seguir.


-¿No es paradójico? ¡Esos aplausos realmente me los merezco yo!

-¡No, cuidado! Pues en realidad veo que Trump no cree que sea usted quien le da las ideas, ni siquiera lo reconoce y le importa cinco cualquier amenaza. Más bien disfruta de esta genialidad atribuyéndosela a sí mismo. Le sugiero una mejor forma de vengarse. Póngale conceptos en su estropeado inconsciente totalmente contrarios y revolucionarios a los que él ya tiene. Al final ni siquiera sería un daño sino un acto de bondad.


-¿Usted cree? Pero… diseñé un plan, con un paso a paso para tirarme a ese malandrín ¿cómo ahora podría ser diferente?

-Si tiene el plan, solo debe poner al frente de cada propósito, el opuesto y así dejarlo funcionar.

-Lo haré, de pronto así la venganza será más dulce y menos amarga para mi desgraciada existencia. 


Sarapatín y Cobardón desaparecieron y sabiendo que esto sí pasó en realidad, me acosté avergonzado. Yo, el psiquiatra, en esta inverosímil situación. De todas maneras quedé con el anhelo de que este inusual caso tuviera al final dos ganadores.


A los tres meses y ya con el tema olvidado, mientras conducía a casa se me apareció Cobardón en la silla del copiloto. Casi me da un infarto. Además el hombrecillo lloraba inconsolablemente.

-¡Pero qué susto! -le grité- ¿No puede tener la sutileza de darme una señal antes de emerger de la nada?

-¡Ayyy que dolor! -aullaba desesperado- Donald Trump es un miserable que tiene contacto con el bajo mundo. El sujeto sí sabía que era yo quien le insertaba cizaña en esa calva blanca y lo peor era que le encantaba. Le ponía su firma a todas mis aborrecibles ideas. Pero cuando cambié de estrategia, según su sugerencia, el zorro, supo que yo me tramaba algo extraño… ¿Sabe qué hizo?

-¿Qué hizo?

-Contrató a su doble para que se hiciera pasar por él durante unos días. Yo, un amigo imaginario creado en la inocencia, fui engañado pensando que trabajaba con el real y verdadero.

Empecé a lavarle la testa con las ideas contrarias a su proceder: cooperación, respeto a las mujeres, sencillez, escucha, aceptación, humanidad y todas esas sandeces, y el “man” todas las veces tomaba apuntes en un cuaderno, de manera extraña y presurosa.

Un día antes de manifestarme, vi a los dos hombres reunidos. El doble le pasaba el escrito a su jefe, mientras que los dos reían a carcajadas.

-¿Y?

-Y con ese material Donald Trump publicó un libro titulado “Mi otro yo y el poder de la bondad” ¿Y adivina qué?

-¿Qué?

-Pues que en la primera semana ya se han vendido cinco millones de copias, ¡Ayyy que dolor!


©LaPuente


Foto tomada de Pinterest