Oscurecía. La lluvia golpeaba las ventanas con fuerza y con cierto patrón sonoro e incómodo. A Heisenberg pareció no importarle, pues gritaba de puro júbilo:
-¡He dado con la ecuación nuclear, tendremos nuestra bomba!
De la emoción volteó torpemente la taza de café sobre el periódico. El líquido se diluyó sobre el titular que rezaba “Inglaterra y EEUU hicieron su primera prueba nuclear”
-¡No lo lograrán los desgraciados! -dijo con voz firme, mientras arrugaba el periódico empapado.-
Por el camino la lluvia casi desapareció y a tan solo unos kilómetros recorridos por el solitario valle, divisó con las luces de su auto, a un grupo de prisioneros que eran escoltados por soldados. Estaban detenidos al lado de una pila de troncos de madera mojada.
Uno de los jóvenes soldados le hizo una señal para que se detuviera.
-Doctor Heisenberg buenas tardes, soy yo su vecino Klauss. ¿Tendría usted unos fósforos?
El hombre que era un fumador empedernido, instintivamente sacó dos cajas de la guantera y se las entregó.
Mientras el muchacho le agradecía y le invitaba a continuar su ruta, le lanzó las cajas a sus compañeros. Fue allí que de tajo prendieron varias cerillas y las lanzaron sobre la madera que en realidad estaba embadurnada de gasolina. En segundos la fogata tomó una proporción descomunal.
De pronto, de la forma más miserable y ruin, Heisenberg vio por el espejo retrovisor, cómo los soldados empujaban a los presos, atados de pies y manos a la hoguera para que ardieran en ella.
Heisenberg, el hombre que le había traído gloria a Alemania con un premio nobel por el principio de incertidumbre, el físico que simpatizaba con Hitler, el que no tuvo reparos en quedarse solo antes de tener compañeros judíos trabajando con él, el gran científico, se bajó del auto desencajado gritando:
-¿Qué haces Klauss? ¿Cómo se te ocurre hacer sufrir a esta gente de esa manera tan canalla?
El chico molesto por tener que dar explicaciones contestó: -Recibí órdenes de quemar a estos gitanos retrasados, ¡usted lárguese y continúe con lo suyo o lo denunciaré!
Entonces Heisenberg tan ajeno a la guerra y tan metido en su mundo científico, con el corazón en la mano ante semejante escena, sacó la carpeta con la fórmula de física nuclear que acaba de lograr y acercándose a la hoguera, la lanzó al fuego gritando. -Ustedes y yo hemos firmado nuestra sentencia de muerte.
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Historia de ficción basada en Werner Heisenberg, físico alemán, conocido por el famoso Principio de Incertidumbre que afirma que no se puede determinar, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y el momento lineal de un objeto dado, además porque el observador influiría en los resultados.